Meditar pintando
Quien dibuja o pinta un cuadro de vez en cuando, o quien recuerda haber hecho en su infancia, sabe cuánta satisfacción proporciona la creación. Esto se debe a que mientras pintamos, establecemos un contacto con nuestro yo interno, con nuestra intuición y con los sentimientos – sean negativos o positivos- que nos puedan invadir durante el proceso de creación. De esta forma, desaparecen muchas tensiones, nos tranquilizamos y a menudo mejora nuestro estado anímico. Incluso las personas que no han vuelto a pintar desde su infancia o quienes piensan de sí mismos que nos son creativos, también pueden darse cuenta que poseen esta faceta artística.
Las posibilidades terapéuticas
Todas las preocupaciones y dificultades anímicas provienen de la falta de unidad o de la pérdida del propio centro. El trabajo creativo con los mandalas, por su escritura concéntrica, aporta las energías necesarias para recuperar la tranquilidad, para que nos sintamos tan “redondos” y completos como el mandala.
Debemos tener en cuenta que los mandalas son más que pinturas estáticas: se encuentran en la naturaleza y en el ser humano. Es decir, las fuerzas del mandala, son al mismo tiempo nuestras propias fuerzas, despertándose durante el proceso meditativo. Al trabajar con el modelo, equilibramos de forma inconsciente nuestro interior, nivelamos las fuerzas interiores y exteriores y, además, nos desarrollamos. De este modo pintar mandalas puede aportar las siguientes posibilidades terapéuticas:
Recuperar la energía.
Tanto si se utiliza el mandala confines religiosos, como para alcanzar la relajación a través de la meditación, con sólo contemplar intensamente un mandala, nuestro estado mental y anímico se equilibra.
Una vez escogido el modelo a pintar es recomendable observarlo detenidamente durante unos minutos, permitiendo que su estructura nos penetre mientras efectuamos unos ejercicios de respiración. Poco a poco, tendremos la sensación de que el mandala se mueve o de que la imagen central vibra. Esto no se debe a un engaño óptico: los análisis científicos permitieron constatar la transmisión de energía por el simple hecho de contemplar los mandalas, hallándose en ciertos músculos del cuerpo de la persona que lo contempla reaccionan al aumento de energía.
Así, observar el símbolo circular puede llenar a la persona de energía antes de empezar a pintar el mandala. La luz que proviene del mandala penetrará en el interior de quien lo contempla, al mismo tiempo que una intensa tranquilidad indavirà su mente tranquilidad que se verá incrementada en el proceso creativo de elegir los colores y pintar el dibujo.
Desprenderse de las preocupaciones. Solo la persona que ha pintado es capaz de medir la intensidad del aumento de energía que se experimenta mientras se esta ocupando creativamente con las formas del mandala. Y es que mientras pintamos, podemos olvidar lo que nos rodea: los músculos se relajan y tanto las preocupaciones o los disgustos desaparecen. Nos sentimos bien, seguros y concentrados en nosotros mismos. Por ello, la meditación con manadlas resulta muy eficaz para todas aquellas personas que buscan encontrar la armonía.
Descubrir el mundo interior
Antes de empezar el proceso curativo, tiene lugar de forma inconsciente un proceso que afecta a la armonía del alma. Gracias a su estructura básica, la concentración o el trabajo creativo que realizamos con el mandala nos aporta energías insopechadas
A través de su composición individual de forma y color, un mandala expresa determinados estados anímicos sentimientos y, por ello puede ayudar a resolver los procesos interiores por los que se está atravesando. Todos estos procesos, que en gran parte transcurren de manera inconsciente, con muy importantes para el desarrollo mental y espiritual del induviduo. Por lo tanto, para trabajar los diferentes mandalas, es imprescindible tomar conciencia de ellos, de los sentimientos que nos provocan.
Los mandalas y la psicoterapia
En 1920, mientras la ciencia descubrió la curación de la mente, la psicoterapia descubrió la fuerza curativa de los mandalas.
Debido a la ruptura con su amigo Sigmund Freud, Carl Gustav Jun (1875-1961) empezó a dibujar formas circulares. Aunque aún no sabía que sus pinturas espirituales eran mandalas, con el tiempo se dio cuenta de que la pintura le permitía el acceso a su alma., calmaba su inquietud interior y curaba su crisis emocional.
Durante el proceso creativo y purificador, Jun experimentó en sí mismo un gran cambio en su estado espiritual y, finalmente, constató que el mandala era un reflejo de su estado anímico. Tardo diez años en superar la crisis. Los numerosos dibujos realizados durante ese periodo con sus formas, colores y puntos centrales nos demuestran el paso de una personalidad desgarrada hacia su curación.
A través de este proceso y después de leer sobre la meditación taoìsta, Jung formuló su teoría, afirmando que el arquetipo del mandala se encuentra firmemente anclado en el subconsciente colectivo. Por medio de imágenes, es posible evocar otros arquetipos que determinan el pensamiento y los sentimientos humanos, y que pueden ser activados y equilibrados. Tal y como el reflejo en s libro Recuerdos, Sueños, Pensamientos: “Vi que todos los caminos que había seguido, todos los pasos que había dado, conducía a un solo punto – en realidad el punto central. Me resultó cada vez más evidente que el manadla es el centro. Es el exponente de todos los caminos. Es el camino hacia el centro, hacia la individualización. (…) Supe que encontrando el mandala como una expresión del yo había alcanzado lo que para mí era base”.
Según Jung , los mandalas representan la totalidad de la mente: abarcando tanto el consciente como el inconsciente. Su observación permite reunir las fuerzas espirituales propias y acumuladlas en el yo inconsciente. Por ello, los mandalas equilibran las contradicciones y actúan como mediadores entre ellas. Los mandalas equilibran las contradicciones y actúan como mediadores entre ellas.
Los mandalas constituyen un reflejo del alma humana, de nuestros estados anímicos temporales.
Con ellos empiezan el proceso de conocimiento del propio yo. Pero su efecto terapéutico de depende de la disposición de sus elementos, sino de la creatividad del individuo al elegirlos y pintarlos.
De esta forma, el individuo participa con todas sus fuerzas en el proceso autocurativo, y, más tarde, encuentra un apoyo en el desarrollo de l autoestima y en la concienciación
Para Jun, el mandala es una forma arquetípica, de ahí que aparezca en diferentes culturas lejanas entre sí. Al mismo tiempo, consideró que la comprensión del arquetipo resulta curativa, siendo especialmente importantes los manadlas que surgen directamente de la imaginación, sin que haya un pensamientos o propósito preconcebido.
Estos manadlas se utilizan para restablecer el orden perdido con anterioridad y, especialmente, con un propósito creador: dar a luz algo nuevo que no existía antes.
Shia Green, los mandalas el mundo
